martes, 17 de septiembre de 2013

Inmortal presencia

Salía a pasear todas las mañanas, bien temprano, antes de sumergirme en mis quehaceres. Limpiar la casa, ir a la compra... lo típico. Pero un día, me levanté sorprendida, pues se me había hecho tarde y mi marido no me había despertado. Inquieta, lo llamé para que intentara excusarse, en balde, pues había fastidiado mi paseo matutino. Lo llamé varias veces pero no cogió el teléfono y eso me extrañó porque ya debía estar en el trabajo. Me asusté. Y llamé a su compañero de trabajo. "No, no ha llegado todavía y es raro, ya que hoy tenía cita con un cliente" me decía. Esperé unas horas, podía haberse quedado sin bateria y surgirle un imprevisto. Se hacía de noche y llamé a la policía, me preguntaron por cierta matrícula. La de nuestro coche, casualmente. Me dijeron que había tenido un accidente y se encontraba muy grave, yo no podía creerlo. Fui a verlo, pero ya fue demasiado tarde.  Desde entonces, desde aquel día en que se marchó mientras yo quería propinarle una regañina, siento sobre mi espalda y hombros una inmortal presencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario