domingo, 20 de abril de 2014

Desenlace de una ruptura irremediable

No sabía como calmarla. Ni tampoco como había llegado un arma a sus manos. Me parecía todo tan surrealista que no sabía como tratar la situación. Si la enfadaba, seguramente me mataría. Si la convencía tendría que entregarla a las autoridades, y eso me entristecía. Me entristecía por lo que había sido nuestra relación. No había sido fácil, claro que no. Pero había sido nuestro. Y no quería, en el peor de los casos, no recordar nuestro amor, o en el que parecía el mejor, recordarlo con un tiro en un pie.

Opté por darle la razón, cosa que no le gustó.
Opté por rebatir sus argumentos, cosa que le gustó menos aún.
Opté por callarme y mirar fijamente el cañón de la pistola, la que podría describir si no fuese porque no tengo ni la más mínima idea de armas. Al menos de las que matan.

Decidí seguir ahí inmóvil, y mientras imaginaba lo que sería recibir un balazo en la cabeza a cámara super lenta y caí en la cuenta de que sería como en Matrix pero dejándolo luego todo perdido de vísceras. Me exigió que dijese algo, así que entre contarle mi día y suplicarle clemencia, intenté lo segundo. Pareció que bajó un poco el arma. Luego caí en la cuenta de que ahora apuntaba a los huevos, y recé porque no tuviese buena puntería, algo que no descubriría hasta el momento en el que escribo esto. Le dije que la seguía queriendo, aunque era mentira, y que todos esos rumores sobre mi psiquiatra y yo eran falsos porque mi terapeuta era un tío, pero ella tenía la mirada que ponía cuando ya le daba igual, cuando estaba on fire y ya no discernía entre lo lógico y lo ilógico. Mi libro de estrategias estaba empezando a quedarse sin páginas y mi ingenio con los nervios estaba bloqueado. Probé a recitar ese poema que tanto le gustaba y lo único que recibí fue un grito para que no lo siguiese destrozando.

Me pidió explicaciones, me preguntó por nombres de mujer que juro no conocer a día de hoy. Después se echó a llorar y yo intenté consolarla mientras lidiaba con el cañón del arma que apuntaba a algún sitio de mi cuerpo de cintura para abajo.

Ella era algo neurótica sí, pero eso era lo que me enamoró de ella. Era agresiva y yo un tío que necesitaba caña, encajábamos como piezas de un juguete de LEGO. Por eso, al final, se nos pasó y follamos.

Hoy, escribo esto en la cama de un hospital con un tiro en el hombro y, según su declaración, apuntaba a mi cabeza. Así que no, no tenía buena puntería.

1 comentario:

  1. Vaya historia...
    Ahora me quedo más tranquila con que no soy la única a la que le pasa cosas surrealistas. Lo siento muchísimo, espero que te mejores.

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