martes, 17 de septiembre de 2013

No sois el contenido de vuestra cartera, no sois vuestros pantalones..


¡Sois la mierda cantante y danzante del mundo!

Inmortal presencia

Salía a pasear todas las mañanas, bien temprano, antes de sumergirme en mis quehaceres. Limpiar la casa, ir a la compra... lo típico. Pero un día, me levanté sorprendida, pues se me había hecho tarde y mi marido no me había despertado. Inquieta, lo llamé para que intentara excusarse, en balde, pues había fastidiado mi paseo matutino. Lo llamé varias veces pero no cogió el teléfono y eso me extrañó porque ya debía estar en el trabajo. Me asusté. Y llamé a su compañero de trabajo. "No, no ha llegado todavía y es raro, ya que hoy tenía cita con un cliente" me decía. Esperé unas horas, podía haberse quedado sin bateria y surgirle un imprevisto. Se hacía de noche y llamé a la policía, me preguntaron por cierta matrícula. La de nuestro coche, casualmente. Me dijeron que había tenido un accidente y se encontraba muy grave, yo no podía creerlo. Fui a verlo, pero ya fue demasiado tarde.  Desde entonces, desde aquel día en que se marchó mientras yo quería propinarle una regañina, siento sobre mi espalda y hombros una inmortal presencia.

martes, 3 de septiembre de 2013

16.

Cada capítulo de mi vida cierra con una mala experiencia. Pero este será la excepción que confirma la regla. Desde hace más de un año soy feliz por completo. Aunque tengamos altibajos. Nuestros altos se hacen más alto por el subidón de felicidad que inyecta en mi vida. Y nuestros bajos, son menos bajos porque sé que habrá mejores momentos después.

I. Me gusta que me de los buenos días por Whatsapp y mantenerme en línea con ella 3, 4 e incluso 5 horas en Skype.

II. Me gusta levantarme por la mañana para ir a clase y saber que la voy a ver, tan guapa y pequeña como siempre.

III. Me encanta poder ir al cine con ella y ver cualquier película, ya que aunque no le guste, hará el esfuerzo por mi.

IV. Soy feliz por tenerla conmigo, jugando a la play, acurrucándose en el sofá conmigo o incluso simplemente hablando de cualquier cosa.

V. Me encanta dejarme ganar al NBA para que ella se divierta.

VI. Adoro que sonría. Y me duele ver que por mi culpa a veces no lo hace.

VII. No me gusta que pase de mi porque me preocupo mucho.

VIII. Me gusta verla comer en McDonald's y aunque me queje comerme lo que a ella le sobra. Pero me da rabia que pida tanto y luego coma tan poco.

IX. Me hace gracia cuando me tiro sobre un lado de su cuerpo y empieza a reir como una psicópata, pero no puede parar.

X. Me hace reir con sus paranoias en las que siempre muere todo el mundo.

XI. No se lo digo pero no me gusta mucho Shin Chan pero a ella le encanta. No entiendo que un cabeza habichuela sean sus dibujos favoritos.

XII. Sin ella y sin fútbol, yo perdería la cabeza.

XIII. Es una friki de twitter a la que acosan miles de tíos pero yo aguanto, porque sé que yo soy mejor que ellos y aunque no lo sea... ¡Me quiere a mi!

XIV. Siempre he querido verla jugar al fútbol aunque el tema de correr. Creo que no lo ha practicado en su vida.

XV. Es el amor de mi vida. Y tengo claro que estaremos juntos siempre, mientras ella quiera, claro.

XVI. ¡Qué la quiero, joder!

lunes, 2 de septiembre de 2013

Más allá del arco

Recordé entonces aquella historia de mi abuelo. En esa historia contaba como un joven que maravillaba a miles de personas con un balón ganaba millones y millones de aquellos antiguos euros. "Más de un país hubiera podido vivir con su salario" me contaba. Era un futbolista magnífico. Driblaba con una velocidad pasmosa y pensaba diez veces más rápido que los demás. Acaparaba portadas de periódicos y revistas. Sus relaciones rápidamente llegaban a los medios, y estos, que sabían lo valiosas que eran las informaciones que llevaran su nombre escrito, lo perseguían incesantemente. Un día, ya cerca de su retiro le preguntaron: "¿Cree que su fortuna le servirá de algo el día de mañana?" y él sin saber lo que decía, cegado por las luces de colores de los lugares de moda donde era VIP y todas querían conocerle contestó con un rotundo sí. Años después, despilfarró de tal manera que se quedó en la calle. Y con todas y con esas, aquellos que lo recordaban le daban limosna, suficiente para vivir. Pero los vicios adquiridos durante sus mejores años le habían pasado factura. Tras retirarse, se dió a la bebida, las mujeres y a ciertas sustancias ilegales que devoraron toda su fortuna. Un día, mi abuelo se lo encontró. Lo reconoció de casualidad, porque su aspecto demacrado, con el pelo desaliñado y la barba a trazos irregulares escondían la penuria de aquella estrella. El abuelo le preguntó que como había llegado hasta ahí y él se limitó a señalar con un gesto de cabeza una botella de vino casi vacía. El viejo, creyendo que molestaba a la ex-estrella, dio media vuelta para volver a casa. Pero este le chistó y el abuelo se giró. Se puso en pie, como pudo y le pidió que lo ayudase a llegar al campo de fútbol. Y también que le encontrase un balón allí. El viejo, supongo que por aburrimiento, lo ayudó y acompañó.
"Dame el balón y verás como a mis 44 años, aún mantengo la clase de mi gran época" le decía tambaleándose ese esperpéntico vagabundo al que nadie le pondría la vitola de estrella nunca jamás. "No podrás ni patearlo" dijo el abuelo convencido de aquello y le pasó con las manos el balón. Él, como le venía, levantó el balón y dio unos toques, luego con las rodillas para acabar en la cabeza, haciendo equilibrios con la bola. Mi abuelo, maravillado no creyó lo que veía pero para quitarle cualquier tipo de dudas, el genio del balón se la puso al pie con la cabeza para chutar cruzado a la escuadra contraria. Gol. Como siempre había hecho, gol.
"No estoy contento con mi vida", le dijo al viejo, "Pero creo que este era mi destino, acabar siendo una estrella sin luz". El abuelo, lo agarró por los hombros y le dijo: "Una estrella nunca se apaga, incluso después de su muerte".